viernes, 19 de marzo de 2010

Verdad empírica versus verdad teórica (Respuesta parcial a los comentarios de Ismael)

Ismael

Leí tus comentarios con emoción y atención. Lamento haber tardado tanto en responderte, han sido días complicados los recientes. Me da gusto que hayas decidido hacer tuya esta provocación. Muchos compañeros preferirán no entrarle (aunque estén convencidos de lo urgente de estas discusiones) quizá por que valorarán que no vale la pena vulnerar con temas tan agrestes la estabilidad de sus propias redes sociales. En cierto sentido les doy la razón porque lo importante, según creo, no es la posesión de la verdad sino la forma en como se construye la aceptación de la misma al mismo tiempo que se verifica. Estarás de acuerdo en que para que nuestra verdad sea efectiva debe convertirse en fuerza material, arraigar en tantos compañeros como podamos, volverse masiva. Así que, por un lado es preciso enunciarla y por otro es preciso cuidar y cultivar nuestras redes, pese a que pensemos que marchan por la senda equivocada, pues, finalmente es lo que hay, los que somos, la fuerza real con que contamos. Parece una posición difícil y arriesgada, pero siempre habrá –como dices- más de un loco al que no le preocupará inmolarse políticamente para insistir en le urgencia y la necesidad de dejar de autoengañarnos. Dicho lo anterior déjame recordar el contenido de tus participaciones.

En el primer segmento de tus comentarios manejas dos ideas. Primero rebates la idea de que durante 2006 la unidad parecía inminente. Dices que la Otra campaña nació descalificando al movimiento obradorista y te preguntas si es posible la unidad cuando una de las partes descalifica a la otra. Sostienes que el zapatismo no buscaba la unidad. Estoy de acuerdo contigo ¿Cómo podría no estarlo si ha quedado demostrado y se sigue demostrando cada día? También sostienes que el movimiento de Amlo nunca estuvo preocupado por lograr la unidad de las izquierdas, que no le interesó y que no le sigue interesando. Con eso no coincido, aunque si creo que la estrategia obradorista para lograr la unidad es sumamente pragmática y subordina el movimiento a una dirección unipersonal. La segunda idea que manejas es que planteo un falso dilema, la cuestión de la lucha revolucionaria versus la lucha electoral.

En el segundo segmento planteas el problema del poder y me preguntas –en plural- que pensamos de eso. Incluso sugieres discutir el problema de la toma del poder y las ideas de Holloway a la luz de la experiencia boliviana. También haces alusión a la negativa de Marcos a asistir a la toma de posesión de Evo en Bolivia, cosa que te parece descortés y sectaria.

En el tercer segmento tu crítica se concentra en lo que yo denominé bloque obradorista, movimiento al que le imputas no asimilar las enseñanzas de la lucha boliviana, que, de no haber experimentado su fuerza en los levantamientos del agua y del 2003, dices:

“Sin ese rompimiento del orden institucional, sin esa demostración de fuerza real del pueblo, jamás le habrían reconocido el triunfo a Evo. Todo lo contrario, Obrador tiene la ingenua ilusión de que quienes le hicieron fraude en 2006 no se lo hagan en 2012. La única manera de que respeten el voto popular es que se aterren con la movilización del pueblo, que sepan que este es un pueblo que tira presidentes. El problema es que Obrador no quiere movilizar al pueblo ni quiere DERROCAR a Calderón. Sin un pueblo movilizado y dispuesto a poner de cabeza el país, las ilusiones de AMLO y su movimiento de ganar en 2012 y que les respeten el triunfo son eso, ilusiones”

Perdóname que reduzca así tus ideas. Invito a los lectores a que las revisen en los comentarios al artículo Evo Morales en México ¿Aliento de vida para la unidad de las izquierdas? en este blog.

Pienso que en tus comentarios hay muchos puntos que coinciden con mis propios puntos de vista. Hay mucho de verdadero en los cuestionamientos que objetas a mi texto. No obstante ubico una diferencia importante a propósito de la verdad. Creo que hay una confusión entre lo que podemos entender como enunciados verdaderos: que Marcos no juega derecho y que es sectario y arrogante; que la ideología de “abajo y a la izquierda” es pobre y limitante -eso no lo dices tú pero sabemos que es cierto-; que López Obrador es un falso profeta y que no sabe asimilar la experiencia de la historia; que el pueblo necesita demostrar su fuerza incluso con violencia; que Obrador no quiere movilizar al pueblo, etc. Creo que se confunden en tu texto la verdad empírica de los hechos con la verdad teórica de las posibilidades. Cuando hablamos de un hecho concreto hablamos de una verdad empírica, pero cuando hablamos de un enunciado abstracto como “la necesidad de la unidad en las izquierdas” hablamos de una verdad teórica, algo que sabemos que es necesario pero que sólo existe como posibilidad. Tal vez coincidas en que nuestro papel como agentes de las diversas izquierdas es realizar esa posibilidad, volverla concreta. Las verdades fácticas deberían servirnos para pensar por un lado las condiciones reales y por el otro las condiciones por construir para realizar nuestras verdades teóricas, en este caso la unidad de las izquierdas. Si sometemos siempre lo teórico a lo empírico corremos el riesgo de estancarnos en la inmovilidad, en el pesimismo y en la apatía, así como si dejamos de lado lo empírico corremos el riesgo de quedar perdidos en el cielo de lo ideal. Mi opinión es que la unidad de las izquierdas es posible aunque los hechos nos demuestren lo contrario. Entre los bloques de izquierda que en 2006 se delinearon hubo grupos y personas que asumieron esa posición, la de construir un puente entre ambos bloques pese a sus direcciones. Con base en la presencia de estos elementos afirmo una vez más que la unidad era posible –a muchos nos parecía inevitable, un desarrollo lógico de la lucha, pero concedo que eso era sólo una apariencia que se diluyó muy pronto-. El problema sigue siendo el mismo ¿Cómo construir los puentes necesarios entre la diversidad de las izquierdas para conformar un bloque articulado que le haga frente a la derecha? Creo que es un problema muy práctico y muy urgente, no se trata de cómo destruir al capitalismo y avanzar al socialismo. Se trata de cómo convertir lo que ya hay en una fuerza política potencialmente distinta, un instrumento político de las izquierdas capaz de hacerle frente al bloque –coyunturalmente roto- de la reacción y del oportunismo. Pienso que nuestras discusiones tienen que tender a encontrar pistas para resolver prácticamente esos dilemas. O lo que es lo mismo, busquemos como habilitar prácticamente y partiendo de lo que tenemos, la realización de nuestras verdades teóricas, ese creo debe ser el sentido y el porque de nuestras discusiones.

Hay otros temas que discutes y propones y que me gustaría retomar, por ejemplo el debate sobre la cuestión electoral, el proceso boliviano y la cuestión de la toma del poder y Holloway. Como vez no intento terminar nuestro debate, sino verdaderamente iniciarlo. Sería bueno pensar conjuntamente como aprovechar un espaio como esto para dotarlo de cuerpo.

Por cierto, lo que escribo en este blog no representa posición política de ningún amigo o compañero de ningún bloque, corriente o colectivo. Hasta ahora eres el único que ha dado su opinión sobre estas reflexiones ¿Qué más?

Ah! También considero obligada una defensa a la “buena vibra” como fuerza material, productiva y pro-creativa fundamental para construir relaciones sanas en cualquier esfera de la vida, aunque desconozco estudios serios al respecto (salvo los de Jorge Veraza).

Bueno Isma, no me despido porque espero volver a leerte pronto.

LEST

sábado, 6 de marzo de 2010

Evo Morales en México ¿aliento de vida para la unidad de las izquierdas?


Su poder radica en nuestras fallas. A la falta de propuestas alternativas nuestras, ellos ofrecen la continuidad de la pesadilla.

Subcomandante Insurgente Marcos

I. Antecedentes

La última vez que Evo Morales vino a la ciudad de México lo hizo en calidad de dirigente cocalero. En el aula magna de la facultad de filosofía y letras de la UNAM lo recibió una multitud de universitarios y activistas que reconocían la trayectoria política del humilde campesino aymara. En ese entonces y durante todo 2005 en algunas regiones del país se venía gestando un proceso de acercamiento y comunicación entre diversos agentes de un multifacético movimiento que de forma casi natural iba dando cuerpo y contenido a un sinnúmero de redes de todos tamaños para las que ya era claro que las promesas del sexenio foxista eran sólo eso. En la ciudad de México, por ejemplo, comunas y ocupaciones estudiantiles, colectivos de teatreros y músicos, cooperativas civiles, asociaciones vecinales, grupos ambientalistas e incluso grupos católicos comenzaban a reconocerse -a pesar de sus distingos- como actores diferenciados de una misma tendencia social, aunque difusa, que pugnaba por alcanzar el bienestar integral de los habitantes citadinos. En 2006 esta difusa tendencia alcanzó su clímax con el lanzamiento de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN y con la postulación de Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial después de haber superado, gracias al respaldo popular, las pretensiones foxianas de inhabilitarlo mediante su desafuero. Comenzaban a delinearse dos bloques complementarios que aglutinaban las simpatías generales de “la izquierda” mexicana. La unidad parecía más que viable.

Sin embargo la escalada represiva que el foxismo desató durante 2006 frustró violentamente el desarrollo natural de la unidad entre estas fuerzas políticas y sociales. Aunado a ello, el pragmatismo de unos y el sectarismo de otros acabó por desinflar dicho proceso. La brutalidad del estado contra movimientos como el de San Salvador Atenco o como el de Oaxaca, lejos de llevar a las izquierdas a alcanzar la sensatez, las hundió en la desconfianza, el miedo y la confrontación. Como resultado la derecha logró sostenerse y afianzarse en el poder.

Por su parte, y a muchos kilómetros de distancia, aquel dirigente aymara alcanzó, impulsado por su pueblo, la investidura de jefe de estado de la hoy llamada República Plurinacional de Bolivia. Todo aquello sucedió hace apenas cuatro años. Desde entonces han pasado muchas cosas.

Por eso la presencia de Evo el domingo pasado en el jardín hidalgo de la delegación Coyoacán, D.F., generó un revuelo inusitado en amplias redes sociales, intelectuales y políticas.

II. Evo en coyoacán

Como era de esperarse el centro de coyoacán se encontraba a tope, pues en él se dieron cita cientos de simpatizantes del proceso revolucionario que se desató en la Paz durante las jornadas de septiembre a octubre de 2003 y que, en diciembre de 2005 logró colocar en la presidencia de Bolivia (la segunda nación más pobre del continente sólo después de Haití) a este luchador social de extracción indígena. A pesar del sol y de las molestas rejas que bordeaban los jardines, a pesar de que prácticamente era imposible mirar a Evo, la gente esperó paciente su llegada, y ya presente, escuchó emocionada su intervención que duró poco más de media hora. Hondeaban felices las wipalas, banderas multicolores características de la nación aymara que representan la unión armónica de la diversidad cultural, o parafraseando una expresión marxista, la unidad de lo diverso.

Por primera vez desde 2005 convivieron pacíficamente en un ambiente festivo activistas, militantes y simpatizantes de diversas expresiones políticas que se autonombran izquierda. Evo logró lo que ni el golpe al SME ha conseguido: aminorar la tensión entre dos grandes bloques políticos que se miran con recelo a pesar de ser de izquierda. Curiosa imagen hacían los jóvenes prozapatistas de la ENAH al lado de adultos militantes del PT que agitaban banderolas con las siglas de su partido: todos querían escuchar a Evo ¿Qué tipo de efecto mágico (psicológico) ha hecho posible esta hazaña? ¿Quizá el hecho de que en el proceso boliviano se sintetizan las expectativas políticas tanto de la izquierda electoral (llamada también institucional o parlamentaria), como las de la otra izquierda que se piensa radical, rebelde o revolucionaria? Si es así, tal vez los primeros proyecten en dicho proceso (del que Evo se ha tornado símbolo) el anhelo de hacerse del poder ejecutivo en 2012, mientras los segundos ven más bien el reflejo de sus míticas creencias en un supuesto estallido que habría de ocurrir en algún momento de este 2010.

Pero ¿De que habló Evo Morales? ¿Qué ha venido a decirnos?

Primero que nada vino a refrendar su compromiso con los pueblos indios de Latinoamérica. Ese compromiso fue adquirido en las reuniones celebradas con motivo del V centenario. Al respecto señaló que “Desde que en Quetzaltenango, Guatemala ¿Qué dijimos? pasar de la resistencia a la toma del poder [… ] del 91 al 95 tardamos para organizarnos y pasar de la lucha social a la electoral, para recuperar el poder político”. Pese a las dificultadas que entrañaba realizar esa estrategia (pasar de la resistencia a la conquista política del poder) el movimiento consiguió hacerse del poder y hoy enfrenta nuevos retos, tales como el intervencionismo norteamericano y el feroz racismo de la minoría blanca, que como platea Adolfo Gilly, es la única propiedad que separa a los blancos pobres de los indios.

En segundo lugar habló sobre el proceso de aprendizaje en la práctica política “ustedes saben de donde vengo -dijo-, yo no conozco la universidad; cuando inicie en el movimiento me asustaba, era como un empleado para los cocaleros en la reunión”. Sin embargo esa condición no es impedimento para gobernar bien, pues en este proceso todos están aprendiendo a manejar el aparato de gobierno en función del interés colectivo. También se refirió al papel de las mujeres en este proceso de auto-aprendizaje colectivo, en el cual sobresale su compañera Hilda Copa, actual ministra de Justicia. Al respecto el gobierno de Morales se ha preocupado por buscar la equidad de género, consiguiendo una representación proporcional del 50% de hombres y mujeres.

En tercer lugar vino a abonar los ánimos de los que él denomino “revolucionarios mexicanos”, a quienes saludó y pidió que no pierdan la paciencia. Habló de la necesidad de no dejar “la otra lucha, la que es por la dignidad y la soberanía” y señaló que esa lucha requiere de “la alianza de los originarios milenarios con los originarios contemporáneos” , de la necesidad de la unidad del “movimiento comunal, sindical y popular”, aunque advirtió que “ello no es suficiente” para derrotar a las oligarquías. Es necesario, dijo, unirse con “la llamada clase media, los intelectuales. Que se sumen a este proceso” de defender la “soberanía, recursos naturales y servicios públicos”. Advirtió también sobre el riesgo de hacer alianzas con fuerzas políticas que han traicionado las causas populares por inmediatez y pragmatismo, así como de la importancia de saber reconocer a los “enemigos tanto internos como externos”.

Finalmente señaló la necesidad de construir organismos internacionales que defiendan los intereses de la región geopolítica y geoeconómica de América Latina, para hacer frente a la hegemonía norteamericana. Al respecto declaró “Latinoamérica necesita de una nueva OEA sin Estados Unidos” y ello “dependerá de los jefes de estado y de los pueblos que controlen a sus jefes de estado”. Este nuevo organismo regional, por cierto, se ha acordado en la reciente cumbre del Grupo del Rio en Cancún.

Antes de marcharse aseguró que México “pronto se liberará”. Las ovaciones fueron generalizadas.

III. Conclusiones

Evo habló como un luchador social más que como un jefe de estado. Pero quizá por eso su discurso fue aplaudido con exaltación en la pequeña plazuela delegacional. Aunque en pleno sentido con los procesos sociales que se viven en América Latina, el discurso de Evo constituye un desafío a la lógica de las izquierdas mexicanas, pues si bien es cierto que refleja sus anhelos, al mismo tiempo incomoda con sus implícitas críticas al sectarismo y al pragmatismo al que están acostumbradas.

¿Es posible entender la lógica de un movimiento que es a la vez revolucionario y pro-electoral partiendo de un pensamiento que no admite, por una u otra razón, la posibilidad de esa unidad? No lo creo. Pero, más allá de la discusión académica:

¿Podrán aún tender puentes de comunicación y trabajo las izquierdas parlamentaria y radical, al menos para frenar la actual descomposición social del calderonismo?, ¿Esperamos que esa descomposición devenga en lucha social por vía de algún sortilegio?, ¿No hay nada que rescatar de la lucha electoral?, ¿No a quedado en verdad nada del otrora masivo movimiento de resistencia civil obradorista?, ¿Se han cerrado ya todas las vías pacificas para cambiar el rumbo?

¿En donde estamos parados? A mi parecer en un lugar indefinido donde aún no se extingue la potencia de la lucha reformista ni se alcanza el descontento para llegar a la anhelada violencia revolucionaria (cosa que por lo demás no garantiza nada en sí misma) ¿Cuál es el papel entonces de la izquierda radical sino desarrollar la capacidad de lucha de los movimientos llamados reformistas?

Un guerrillero sureño muy admirado por Evo -al que incluso hizo alusión públicamente en su toma de protesta como presidente- escribía hace ya unos años:

“La izquierda partidaria ha obtenido no pocos, ni pequeños logros en la lucha electoral. Gente grande, de veras grande se encuentra y lucha dentro de todo el espectro en que, a su vez, se divide la izquierda mexicana. Dentro de cualquier parte, estos hombres y mujeres son parte de esa otra izquierda que lucha siempre, con
o sin elecciones, en ellas o a pesar de ellas [.] El reconocimiento de las diferencias, de la riqueza de luchas distintas, no es para competir o apropiarse de ellas, sino para multiplicar sumando…”

Evo siguió estas lecciones y hoy gobierna con su pueblo. La wipala en la nación andina hoy refleja algo más que diversidad cultural: refleja diversidad política. Que alguien me recuerde el nombre del personaje que escribió las líneas ya citadas. Que alguien se lo recuerde a él y a sus seguidores.

Luis Eduardo Sánchez Toscano



Referencias bibliográficas:

Bolivia, una Revolución del siglo XXI, Adolfo Gilly, 10-04-04, www.vientosur.info
El concepto del otro en la liberación latinoamericana, Eugene Gogol, Casa Juan Pablos, México, 2008.
La ruptura que viene, Porfirio Muñoz Ledo, Grijalbo, México, 2007.